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SALUD ORAL DE PACIENTES EN SITUACIÓN DE DISCAPACIDAD


La Academia Americana de Odontología Pediátrica (AAPD) define necesidades especiales de salud (NES) como “cualquier condición de discapacidad física, mental, sensorial, de comportamiento, cognitiva, emocional o del desarrollo que requiera apoyo médico, intervenciones de salud o servicios y programas especializados” (AAPD, 2008).

Según el informe realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre discapacidad en el año 2010, alrededor del 15% de la población vive con algún tipo de limitación (OMS, 2011). La prevalencia se intensifica en los países que se encuentran en vías de desarrollo, afectando aproximadamente entre un 14 y un 35% de la población, y en particular a los habitantes del quintil más pobre, mujeres, ancianos e inmigrantes (UNCF, 2008).

En Chile, a través de la Encuesta Nacional de Discapacidad (ENDISC), se determinó que el 12,9% de la población presenta alguna condición de salud que limita su vida; es decir, 1 de cada 8 individuos tiene discapacidad. En la región metropolitana se encuentra el 11,5% del total, y un 6,8% presenta un grado leve de discapacidad; 2,7% moderado y 2.1% severo (MINSAL, 2012).

Las causas de discapacidad no son únicamente orgánicas, sino que también tienen un fuerte componente socio-ambiental. De hecho, la connotación social más evidente es la segregación, marginación y la desigualdad de oportunidades que experimenta cualquier individuo con limitaciones en todos los planos de la actividad humana (BCN, 2010).

En todo el mundo, las personas en situación de discapacidad (PsD) tienen peores resultados académicos, una menor participación económica y tasas de pobreza más altas que implican un deficiente estado de salud en comparación con aquellos sin limitaciones; esto afecta directamente su calidad de vida (CV), dando origen al concepto de calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) (OMS, 2011; Harrison, 2007). Así, el concepto de salud fue redefinido, estableciéndose como un “estado de completo bienestar físico, psíquico y social, y no únicamente la ausencia de enfermedad” (Castillo, 2006).

La renovación de antiguas ideas impulsó un cambio de paradigma y fue el puntapié inicial para el marco con el que se trabaja hoy en día, donde todas las personas tienen los mismos derechos humanos (políticos, civiles, económicos, sociales y culturales). Según esto, la discapacidad no está en la persona, sino en las barreras que le pone el mundo que la rodea (SENADIS, 2011).

En este sentido, la atención de salud también presenta barreras, y específicamente en la atención odontológica, aún existen varios obstáculos. Las PsD todavía no logran igualdad de condiciones y oportunidades cuando los comparamos con aquellos sin discapacidad (SENADIS, 2010).

A nivel mundial, diversos autores (Williams, 2015; Faulks, 2012; SENADIS, 2011; Edelstein, 2007) reconocen que las PsD presentan un peor estado de salud oral y mayores requerimientos no resueltos. Esto es, en primer lugar, debido a que no perciben la necesidad y además tienen múltiples dificultades -económicas, de acceso y de comunicación- lo que se complica con malas experiencias previas que generan ansiedad y miedo. En segundo plano -pero no menos importante- están sus padres y cuidadores, a los que se les agrega todo lo anterior más sentimientos de shock, negación o vergüenza. En tercer lugar, se encuentran los dentistas y asistentes, que muchas veces subestiman al paciente por falta de conocimientos y entrenamiento sumado a pocas herramientas de comunicación y empatía para relacionarse con estas familias. Junto con lo anterior, están los otros profesionales del área de la salud, que podrían facilitar la entrada a programas de atención odontológica, pero no saben dónde derivar ni la importancia de un tratamiento dental oportuno. Por último, a nivel gubernamental, faltan políticas públicas y programas de salud que aseguren el bienestar y la inclusión social de las PsD (SENADIS, 2011). Como resultado, tenemos necesidades de salud oral no satisfechas, lo que incluye procesos infecciosos en la región bucomaxilofacial, comportamientos negativos y deterioro de la condición médica de base (De Jongh, 2008; Bardow, 2001).

A partir de esto, varios estudios han confirmado una mayor prevalencia de caries y enfermedades periodontales en estos individuos (Nemutandani, 2013; Boyle, 2012; Santos, 2009; Shyama, 2001; Sanjay, 2014; Cumella, 2000; Hennequin, 2008); y, asimismo, concuerdan con la urgencia de tomar medidas preventivas. De hecho, ya en el año 1976, algunos autores declaraban: “El tratamiento dental es la principal necesidad de salud no tratada en pacientes discapacitados” (Hennequin, 2000).

Según Boyle (2009), la principal razón del deterioro en la salud bucal de estas personas, es que aquellos médicamente comprometidos y en situación de discapacidad muestran niveles más altos de miedo y ansiedad dental; por lo tanto, son pacientes con mal comportamiento e incapaces de cooperar con la atención. Lo anterior, refuerza la necesidad de potenciar la formación de nuevos especialistas dedicados a cuidados especiales en salud oral (AAPD, 2008; Faulks, 2012) y, además, sugiere la incorporación de técnicas de manejo más avanzadas tales como sedación consciente y anestesia general (AAPD, 2008).

Es por esto que, en LASAN, queremos mejorar los accesos a la atención de salud oral; trabajando desde un punto de vista integral y multidisciplinario, en conjunto con técnicos y odontólogos especialistas. De esta manera, estaremos contribuyendo a un sistema de salud nacional más inclusivo, reduciendo las necesidades sanitarias no satisfechas y aportando al bienestar de estas personas.

Núñez Villalón, V., Riquelme Videla M., Morales Venegas C. (2018). Programa de atención odontológica integral a pacientes con necesidades especiales de salud bajo anestesia general en Hospital Barros Luco Trudeau, página 1-6

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